
Por: Fernando Hiciano
Nuestra vivencia nos ha permitido ver cómo miserablemente han fallado los gobiernos, las instituciones, las iglesias, los grupos sociales y la misma familia; pero hay una institución que debe librar todas las batallas, y es la escuela. Aunque tenga sus altas y sus bajas, pero colapsar jamás, aunque esté siendo sitiada por todas las adversidades, descalificada hasta por algunos intelectuales, que solo ven el vaso medio vacío y no medio lleno. Su luz debe ser la de un faro que alumbre las barcas para que atraquen en tierras firmes. Todos sus gritos tienen que oírse: “¡victoria, victoria!” En este espacio donde se cultiva los saberes y el conocimiento está llamada a vencer todas las batallas, y en su aroma tiene que respirarse la de ganar, ganar.
No es posible, que las trifulcas de los estudiantes que se presentan en las escuelas, a veces por razones naturales, y otras imponiendo sus liderazgos son generadores de conflictos internos. Sin embargo, a veces el órgano disciplinario del centro extralimita su decisión de expulsarlos por una semana, quince días o hasta por un mes, excluyéndolos como desechos humanos, cuando en realidad lo que se aspira es a todo lo contrario. De allí salen los verdaderos excluidos de la sociedad y ustedes ya saben dónde se encuentran estos individuos.
El Consejo Disciplinario, integrado por el director, docente, orientador, estudiante, incluyendo el psicólogo son los llamados a dar respuestas saludables en estos casos, compensando con programas de convivencia para enfrentar esos desequilibrios o inconducta de los jóvenes. La idea es la de preservarles sus derechos, insertándolos en los grupos, hasta que se logre una sana relación interpersonal con los demás.
De todas maneras, hay un Manuel de Instrucciones para estos casos, y cuidarse de no emitir sentencias como si fueran jueces de una Alta Corte, señalando a los involucrados como culpables, cuando en realidad esto no se trata de buscar un culpable, sino de levantar a uno de nuestro grupo para que todos juntos lleguemos a la meta.
Cuando expulsan al chico de la escuela estas decisiones crean diversas situaciones adversas en los estudiantes y también en los padres, que en la mayoría son empleados, tanto formal como informal, y por lo general deben dejar solos a sus hijos en sus hogares. Algo preocupante, porque los hijos quedan vulnerables a todo, incluyendo a la delincuencia.
La familia está siendo invadida por una agenda internacional de antivalores, influenciando en los chicos que cursan en los liceos, pero ojo, también ellos pasan por un proceso natural. Una etapa donde se producen cambios físicos, psicológicos, emocionales y sociales en el individuo.
Si el Estado invierte, entrenando al soldado para que le resguarde del enemigo, ofreciéndoles las provisiones necesarias, incluyendo las armas, pero este no junta fuerzas y valor, y solo se llena de miedo, abandonando las armas, entonces las cosas andan mal, y tendremos que decir las palabras proféticas de Pedro: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.”